El centro de coordinación de crisis (CCC)
Viana do Bolo, Ourense – 1 de septiembre de 2025 – En el corazón de la comarca ourensana, donde las llamas devoraron miles de hectáreas, surgió un faro de esperanza y resiliencia: el Centro de Coordinación de Crisis (CCC).
Nacido de la urgencia y la solidaridad vecinal, este organismo voluntario no solo coordinó la defensa contra el fuego en Viana do Bolo, sino que extendió su mano a comunidades vecinas, demostrando que, cuando las instituciones flaquean, es el pueblo quien se erige como el verdadero escudo.
En un verano que ha marcado el peor desastre forestal del siglo en Galicia –con más de 96.000 hectáreas calcinadas–, la unión de más de 500 voluntarios en este pequeño municipio de apenas 3.000 habitantes salvó hogares, patrimonios naturales y, posiblemente, vidas humanas y animales.
Una epidemia de incendios descontrolados
La crisis estalló a principios de agosto, con incendios que se propagaban de forma errática y agresiva, impulsados por sequías prolongadas y vientos huracanados.
En Viana do Bolo, uno de los epicentros de la catástrofe en Ourense –provincia que acumuló más de 91.600 hectáreas quemadas–, los vecinos se enfrentaron a evacuaciones forzosas y confinamientos.
Al menos 40 personas fueron desalojadas en núcleos como A Bouza, mientras que más de 250 quedaron confinadas en áreas colindantes como Oimbra y Monterrei.
Un despliegue sin precedentes en medio del caos
Ante la sobrecarga de los servicios oficiales, que luchaban contra múltiples frentes simultáneos, la población local no esperó. «El pueblo salva al pueblo», se convirtió en el lema forzoso que impulsó la creación del CCC, un grupo respaldado por el Ayuntamiento pero impulsado y posible gracias a voluntarios que, en cuestión de días, organizaron una red de apoyo sin precedentes.
Desde su improvisado cuartel –cedido por la Fundación Cipri Gomes–, el CCC gestionó tareas cruciales: desde la verificación de información para combatir rumores hasta la organización de brigadas voluntarias equipadas con batelumes caseros, herramientas de protección y avituallamiento.
Los números hablan por sí solos: más de 500 voluntarios acumularon 5.000 horas de trabajo, distribuyeron 8.000 litros de agua, 2.000 bocadillos y 350 batelumes fabricados a mano. Recorrieron 4.500 kilómetros para logística interna, 3.500 para extinción directa y 10.000 para donaciones, extendiendo su alcance a nueve concellos en tres provincias.
Esta coordinación no solo frenó el avance del fuego en aldeas como Vilariño do Conso, donde sus esfuerzos salvaron aldeas como Chaguazoso, Mormentelos, Castiñeira, Pradoalbar y evitaron mayores pérdidas en un monte que guarda la sabiduría generacional de sus habitantes.

Solidaridad más allá de las fronteras locales
Lo más conmovedor fue su persistencia más allá de la amenaza inmediata. Una vez controlados los focos en Viana, los voluntarios, exhaustos tras días de lucha ininterrumpida, no se detuvieron. Enviaron recursos, alimentos y manos dispuestas a comunidades vecinas en peor situación.
Enviaron ayuda a Lentellais, donde el incendio se acercaba peligrosamente a una gasolinera . También enviaron ayuda a Gudiña, que estaba en siendo azotada por el fuego, y a otras comunidades como O Bolo, Porto, Sanabria y Montefurado.
Esta solidaridad transfronteriza, pese al riesgo de rebrotes y la escasez propia de recursos, subraya el impacto humano: no solo se salvaron estructuras y animales –ganaderos que defendieron sus rebaños con tractores y cisternas–, sino que se forjó un tejido comunitario más fuerte, con donaciones anónimas fluyendo desde toda Galicia y más allá.
Una mirada crítica: la voz del rural ignorada
Sin embargo, esta historia de heroísmo vecinal no puede ignorar el contexto crítico. Mientras las llamas avanzaban sin control –con hasta 18 incendios activos quemando 43.500 hectáreas en un solo día–, el debate político en las instituciones gallegas se centró en culpas y teorías, retrasando acciones concretas.
La Xunta invirtió 200 millones en el Plan de Prevención y Defensa contra Incendios Forestales (Pladiga 2025), pero críticas apuntan a fallos en su ejecución, como la retirada de efectivos de bomberos en plena crisis o la falta de cobertura de plazas necesarias.
Los equipos desplegados, incluyendo la UME, Guardia Civil y bomberos locales, dieron todo de sí –como los cinco bomberos de A Coruña que se movilizaron a Ourense–, pero la sobrecarga reveló deficiencias sistémicas.
¿Por qué tuvo que ser el pueblo quien se autoprotegiera con recursos propios? Esta pregunta exige una revisión profunda de protocolos, incorporando la voz del rural –aquellos que conocen el monte como nadie, herederos de generaciones de sabiduría práctica.
Un Futuro Resiliente: Lecciones desde Viana
El CCC, en su informe final, propone evaluaciones exhaustivas, simulacros y un protocolo oficial que evite el caos inicial. Iniciativas como la movilización nacional «Por un monte galego con futuro» el 14 de septiembre claman por lo mismo: prevención real y escucha activa.
En Viana do Bolo, donde una misa y xantar reciente honraron a los voluntarios, el legado es claro: la unión comunitaria no solo apagó llamas, sino que iluminó el camino hacia una Galicia más resiliente.
Si algo enseña esta crisis, es que el verdadero poder reside en la solidaridad del pueblo, no en los despachos divididos. Es hora de que las instituciones aprendan de ellos.
Informe compartido por el CCC (Centro de Coordinación de Crisis)
Desde Galicia.info, sí creémos en que los que mejor pueden explicar y prevenir este tipo de crisis, son aquellos que han estado involucrados en la extinción de la misma.
Nadie comprenderá mejor que ellos su impacto. Nadie entenderá mejor sus consecuencias que aquellos que vieron como las llamas devoraban árboles milenarios, casas que fueron hogar para generaciones y un patrimonio que es de todos los gallegos y cuyo valor es incalculable.
Por ello, hemos pedido a nuestro compañeros del CCC que nos dejaran difundir su informe, para ofrecer un pequeño altavoz a sus propuestas y a su trabajo.
Gracias por proteger nuestra tierra.
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