Un arresto que indigna a un pueblo
La reciente detención de Isidro, vecino de Petín de 61 años, acusado de provocar un incendio en O Seixo (O Bolo), ha generado una ola de solidaridad sin precedentes en la comarca. Más de 150 personas, incluida la alcaldesa Raquel Bautista, se desplazaron a A Pobra de Trives para mostrar su apoyo al hombre al que consideran no solo inocente, sino un verdadero héroe.
El perfil de Isidro: voluntario experimentado contra incendios
Isidro no es un desconocido para sus vecinos. Es alguien que, según múltiples testimonios, ha actuado en anteriores ocasiones como voluntario frente a los incendios, poniendo en riesgo su vida por el bien común.
En esta ocasión, sus allegados aseguran que su intención al prender fuego fue crear un cortafuegos —una táctica defensiva utilizada para frenar el avance de las llamas— en un momento de emergencia, cuando el fuego amenazaba con arrasar viviendas y vidas. No se trató, según estas versiones, de un acto temerario sino de una decisión desesperada tomada desde la experiencia y el compromiso.
En libertad provisional a la espera de juicio
No obstante, y pese a la contundencia del respaldo social, no podemos obviar el marco judicial en el que se encuentra Isidro. El juzgado ha decretado su libertad provisional, pero continúa siendo investigado por un supuesto delito de incendio forestal. Deberá comparecer dos veces al mes y queda pendiente de resolución judicial, lo que indica que el proceso aún no ha terminado.
El criterio de la Fiscalía: un posible delito grave
La posición de la Fiscalía, que pidió prisión provisional eludible con fianza, subraya que desde el punto de vista jurídico existe la sospecha de que su acción pudo tener consecuencias graves. Se habla de «dolo eventual», es decir, de la posibilidad de que, aunque no fuera su intención, Isidro aceptara el riesgo de provocar un daño mayor. Este elemento es crucial para comprender que, más allá del contexto emocional y comunitario, la Justicia debe evaluar los hechos con serenidad y rigor.
Un gesto desesperado en un contexto de abandono
Apoyar a Isidro no implica negar las consecuencias de sus actos, sino reconocer la complejidad de una situación en la que la urgencia y el abandono institucional pueden llevar a ciudadanos comprometidos a tomar decisiones límite.
La movilización popular es legítima, y su voz debe ser escuchada como reflejo de un pueblo que se siente desprotegido y que ve en Isidro a uno de los suyos, alguien que actuó donde otros no llegaron.
Más allá del caso: una llamada de atención
Este caso pone sobre la mesa una realidad que duele: la falta de medios para combatir incendios rurales y el olvido de muchas zonas por parte de las administraciones. Isidro podría ser juzgado, sí, pero también debería juzgarse por qué él, y no un dispositivo público bien dotado, estaba al frente de un cortafuegos improvisado para salvar su pueblo.
En este caso, esta claro que los hechos no acaban de encajar con el marco legal bajo el que se esta tratando, ya que la situación era muy grave y ante la falta de medios los vecinos no han tenido más remedio que tomar medidas con los recursos disponibles. Además de esto, hay que tener en cuenta que Isidro es una persona con experiencia que con su cortafuegos salvo hogares y vidas que muy probablemente hubieran sido pasto de las llamas de no haber actuado. Cuando el riesgo es tan alto, las medidas más arriesgadas pueden estar justificadas en situaciones comprometidas.
Tal vez deberíamos preguntarnos, hasta que punto debemos adaptar la justicia a la situación, cuando esta claro que esta ha sido una situación dramática y extraordinaria. Y no actuar justamente al revés.
En conclusión, el proceso judicial debe seguir su curso y esclarecer los hechos. Pero mientras tanto, no podemos ignorar el mensaje de una comunidad unida, que clama justicia para uno de los suyos. Defender a Isidro es, también, exigir políticas más humanas, más eficaces y más justas frente a la tragedia del fuego rural.
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